Cuando recién cumplidos los 15 el Sr. Eyo ya se creía hombre.
Por aquél tiempo creerse hombre era más difícil que ahora. Ahora es más fácil.
Ahora uno postea una frase profunda en su estado del Facebook, o simplemente una frase que aparente madurez o responsabilidad y solo eso ya le hace sentirse a uno orgulloso, y mayor… Aun cuando quizá, la realidad es que precisamente en ello puede llevar perdidas horas y horas de su vida viviendo en su mundo virtual sumando y contando de la manera más infantil más y más “Me gustas” solo delante de su PC.
Y todo ello (voy a decir “quizá”) Y todo ello quizá, sin siquiera intentar trasladar en la verdadera calle nada de ese compromiso vociferado en esas sus anecdóticas o originales fotos del Facebook… o lo que podría ser sin transportar lo llamado comúnmente “utopías para quedar bien” de su Muro virtual, al verdadero trabajo de trincheras que es la vida real.
Antes no. Antes para ser hombre previamente había que ser pre-adolescente: Antes a uno de nada le servía ir por ahí pegando frases de Michel Quoist o del grupo musical de turno. La pre-adolescencia como mínimo era lavar platos. Todos los platos. Los de la hermana, los de la tía y los del abuelo también. Pero por ello, por muy limpios que los dejases, aún no podías creerte hombre. Los más afortunados tenían hermano que también parase la mesa, los menos… además fregaban el wáter!
Luego venía adolescencia. Que era estudiar o trabajar. Estudiar era estudiar de verdad. No existía eso de estudio pero cateo… Y no existía eso de trabajo pero trabajo poco…
Al atardecer, los adolescentes, los estudiantes estudiantes y los trabajadores trabajadores trabajaban en lavar la ropa, comprar el pan, y ser responsables ganándose una paga casera con cualquier tarea posible. Pero esa paga aún no te hacía hombre, a lo mucho te hacia chaval orgulloso… Orgulloso de tener poder para poder comprar algo. (sic)
Ser mayor era un paso. Era en definitiva un hacer. Pero para hacer solo valía pisar la calle: Salir, fumar tu primer cigarro delante los amigos y hacer!
Y un día, el día menos pensado, la vecina del portal número 41 de la Calle Gurb le decía a tu abuela! Que grande y cuantas cosas responsables sabe hacer el Quo: El chaval es ya todo un hombre. Y ese día sí… Ese día ya podías empezar a creerte hombre. …Quizá!
HECHOS: Rastros de hombría.
Fue por eso, por aquello de querer creerse hombre ya de 15, que el Sr. Eyo me llamó e invitó a salir para equipar nuestra primera vía de escalada.
Recuerdo que por aquél entonces nuestra movilidad y radio de acción era limitado: Como mucho en unos 20 kilómetros de casa: Esa era la distancia máxima más prudente y más acertada para llegar a una zona de escalada haciendo autoestop, y tener un mínimo de garantías para poder regresar a casa (antes de anochecer) también haciendo autoestop.
Por ello el lugar escogido y pensado por el Sr. Eyo fue la zona de escalada de Collsuspina. Cierto era que había un escalador local de allí, quien tenía ya saturadas y ya muy bien equipadas todas las líneas posibles de escalada de esas paredes sin posibilidad o espacio alguno para abrir nada más; Pero aun a sabiendas de ese hándicap! Nada ni nadie iba a impedir o hacer fracasar nuestro despegue a la hombría. Queríamos equipar, y algo virgen (de pared) encontraríamos! Aunque fuera un tocho!
Hacía una semana que teníamos ocho clavos modelo “Spit” y un viejo Spitador comprado de segunda mano. El Sr. Eyo traía un martillo. Estaba orgulloso de ello. Había pasado seis meses de su adolescencia lavando la ropa en casa -la de la tía también- a cambio de unas monedas para poder comprarlo. ¡Era ya el momento de equipar!
Llegamos fácil. Primero un Seat 131 marrón claro nos acercó hasta el pueblo de Tona. Y dos horas después de tener el pulgar levantado, una mujer conduciendo un panda rojo nos dejo casi en el mismo pueblo de Collsuspina. Media horita más de andar… y ya estábamos en la zona.
La suerte “Tyche” nos acogía. No había nadie allí. Todos asumimos en silencio que eso nos daba libre albedrio para hacer y deshacer como quisiéramos. Éramos hombres autónomos, autosuficientes y equipadores! Vimos el tocho pared que ya sabíamos. Si, vale, era un tocho de no más de 7 metros. Pero si alguna sombra de duda había en la posibilidad de equiparlo, esta se difuminó de inmediato cuando Ramón pletórico exclamó: “!Diós! ¡que suerte! ¡Sigue virgen!”
Antes de girar mi cuello para ver la reacción de Pep, ya lo vi con el martillo en mano!. Nos acercamos a la pared, se subió sobre mis hombros (eso era lo malo de ser yo el más alto) y una vez allí, encima mío… Al cabo de una hora de martillear (habiendo gastado rudamente las puntas de uno de los spits) pusimos nuestro primer Spit.
El segundo lo iba a colocar Ramón. Por novatos, se ancló del spit ya colocado y sin siquiera steps o escalerillas (pues no teníamos) empezó a clavar el siguiente a lo más alto y a mayor distancia que pudo del primero... o sea… A unos ridículos escasos 30 centímetros… Díos! Ya hecho, el tercero iba a ser tarea mía… Como que la pared (por llamarla pared) era de unos siete metros, cuando iba a martillear el clavo advertí que había un a buena presa para sujetar-me bien,… Asi que sin dudar, me pille y así, como sin querer, escale sin querer llegué hasta la cima… Donde evidentemente decidí colocar ese spit, (tan mal como se puede) a modo de reunión. Dios!!!!
Pep empezó a reir! Jijiji…
Yo no le veía la gracia: extrañado le pregunté.
Cuando por fin baje, me di cuenta: La imagen era patética y triste: Una pared de escasos 7 metros, con solo dos spits en el centro, más que juntitos, y luego ya la reunión final arriba con dos spits, más torcidos que el mago del bastón de abedul de mi abuelo.
Otro aperturista hubiera bautizado la vía como “via del Quo” o “Via del Sr. Eyo” etc… Pero fue el Sr. Eyo quien sacando de la mochila un pote de pintura antioxidante para barandillas de hierro naranja (si he dicho naranja) robada a su padre el día anterior… escribió a pie de via: “la Novatada, 6a” Nadie atrevió a comentar nada…
Pasaron por lo menos 3 meses y volvimos. Ese día el escalador local si estaba… Fue precisamente él quien al vernos, preocupado y alterado nos acerco hasta el pie de esa via… y nos enseñó…
Todos hicimos como que no sabíamos de qué iba esa historia… Sólo intuido por nuestras propias miradas y silencio (mientras el escalador local aun se ponía las manos en la cabeza) hicimos un pacto tácito de eterno silencio sobre su autoría…
Los cuatro éramos conscientes que aquello iba y debía quedar eternamente enterrado en nuestro olvido… Tanto, que incluso me pareció ver a al Sr. Eyo profundamente afectado como incapaz de entender que posible ser desalmado habría hecho tal bodrio de via! (incluso por un momento le creí…)
Pasaron los años… quizá más de 20… Justo ese día me llamó el Sr. Eyo. Se ve que el chaval, a modo de nostalgia, está recopilando alguna que otra reseña de ese lugar. Me invitó a ir y tomar alguna foto. Tras un buen repaso de todas las vías, le indico que justo allí, allí detrás creo hay otra vía. Me mira con cara de incredulidad! ¿Allí? ¿Como va a haber una vía allí si allí no hay casi ni pared? Me reprocha!
Lo llevo… aparto unas matas y detrás de esa cortina de matas aparece una pequeño paño de pared, de no más de 7 metros con dos spits negros… el nombre de la vía ha sido borrado… deduzco que por el tiempo…
Se queda cavado mirando la vía. El silencio sepulcral mientras la miraba me estaba empezando a causar dolor de espalda....
Repentinamente se pone a reír a carcajada abierta… Me hace gracia verlo reír así. Por un momento retrocedo tantos años como cuando lo vi riéndose aquella primera vez tras hacer nuestra desafortunada obra… Se ríe tal cual esa cara de niño de antaño.
De golpe se calla. Me mira y concluye: ¡Diós! ¿Qué imbécil pudo haber sido capaz de hacer este bodrio de vía?
Confuso le respondo: “¿Pero Eyo? …¿No recuerdas?… Fuimos nosotros!”
¿Nosotros? -Me dice- “Quo… Empiezas a darme miedo… Te estas haciendo muy mayor… la edad y tu memoria hace que te imagines ya muchas cosas!“
De vuelta… ya en el coche y en la ultima curva antes de llagar a Tona le pregunto...
- Vas a reseñar esa via?
- Eh! ¿Que vía Quo?!