El tema de la muerte. El tema salió tomando unas cervecitas en el bar de las cervecitas pocos días después de sufrir esa comprometida caída escalando (o como mínimo espectacular caída) de más de 30 metros en la pared de Montserrat y debatiendo también sobre el momento y la forma sorpresiva que aguarda la Muerte a la gente. De qué pasa cuando morimos. De qué pasa con esa cuenta de Facebook que uno tiene, con ese Twitter o con el blog que escribimos…
Decía Ferran que hay blogs y cuentas de Twitter que no fueron una persona ni dos, sino cientos de más, las que comenzaron a seguirlas cuando se supo de la muerte de su autor. Se preguntaba también Ferran ¿si tiene sentido leerlas? ¿Si eso es una forma de lamentar un fallecimiento? ¿De mostrar respeto? No sé... concluyó como preguntándose: ¿Seguir una cuenta que no volverá a actualizarse jamás? ¿Creer que se seguirá actualizando cuando alguien cercano tome posesión de ella? ¡A saber!
Y fue en ese momento, justo cuando el camarero nos acercaba una tapa de pequeñas aceitunitas rellenas de anchoa, que el Sr. Eyo puso el relleno salado a todo esto: Por lo que he leído- nos dijo- cuentan que inclusive hay un servicio o aplicación que aprende de lo que dejamos escrito y sigue enviando actualizaciones cuando morimos. Que un tal Robot responde por nosotros. Que nos hace seguir estando ahí, inmortales. Que nos da una máscara virtual de vida para que quien nos lea, se crea idealistamente que aún seguimos viviendo y aprovechando el tiempo felices, como el que más.
HECHOS: Exitus letali
Y así, (tras beber un pequeño sorbo degustando esa clara llamada perfecta de 6 porciones más 4) y con algo de espuma en el bigote que le daba un tono algo bebedor bohemio imperfecto, añadió a modo reflexivo póstumo que sí de verdad existen estos Robots, le gustaría que el suyo, poco a poco y con los años, le fuera aumentando el grado y pericia de escalada… ¡Vamos! Para no parecer un inmortal soso… Un inmortal pueril… Un escalador “exitus” estancado que no sabe disfrutar de sus escaladas contemporáneas ni capaz de legar, como mínimo en una web, algo digno de presumir ante los ángeles o supervivientes… (Aunque quizá inservible para ambos) ¡A saber!.
Y así, estuvimos dándole sorbos y sorbos, y vueltas a las relaciones sociales, vínculos personales y respuestas emocionales que puede suscitar el hecho de que los vivos sigan interactuando como Robots o con robots que sustituyen a los muertos. O que estos Robots interactúen entre sí de manera que dentro de cien años sigan hablando de nuestras proezas “escalatorias”, de nuestros logros alpinistas o acrecentando nuestro ego “post-mortem” y narrando crónicas acerca de cuáles eran las cosas eminentes de nuestra vida, las cosas capaces de invitar a otros a dar los pasos necesarios para conseguir el alcance de la vida (No la admiración a lo trascendente de la muerte) Claro está!
No sé cuánto tiempo pasó. El suficiente diría Eyo, un instante diría otro… Y cerramos el bar. Nos fuimos despidiendo de algunos y de otros, y algunos otros pocos caminamos en silencio de regreso al Refugio. Intuí que el Sr. Eyo quería hablar. Se detuvo delante la puerta.
- En fin Quo… je, je- Dijo Eyo- La idea, de acabar siendo solo otro funesto espectador (o actor) de otra peli de El club de los poetas muertos, inquieta.
- La soledad de vivir solo para morir aparentando, inquieta.
- … En verdad Quo…- Añadió- Quizá cuando tú cuentes mis crónicas y sigas con ellas acrecentando el alcance de tu vida (dios quiera que no el de tu ego), quizá entonces yo hará ya años que estoy muerto… Es más, quizá cuando un Robot publique este post, tú también ya estarás muerto. Y eso… ¡Me inquieta!
Perdón ¡Uops! …Debí decir: “Y eso… Antes de morir ¡Te inquietaba!”