Nos reúnen en una sala amplia. Nos sientan encima la colchoneta de la zona de Boulder, de espaldas a la pared de competición que está aun tapada por la gigantesca cortina.
Cada uno de los participantes tenemos al lado izquierdo un papel rectángulo adhesivo como dorsal; en el izquierdo una fotocopia del reglamento de competición y una bolsa de magnesio de regalo. El dorsal sirve a su vez para anunciar el turno de salida de cada uno de los competidores. Me toca de los primeros; no he calentado debidamente. Estoy nervioso.
En el fondo quiero impresionar a quien o quienes me vean escalando. Sorprender. No quiero que crean que tengo alma de un mindundi escalador; que soy cualquier persona... Sí, suena triste, lo sé. "Y ¿Qué carajos se cree este presuntuoso Sr Eyo que estoy pensando de él?”, de seguro estarán pensando ustedes…
Pero lo acepto porque yo quiero que noten que yo soy diferente. Quizá no lo soy, pero lo quiero. Que cuando me vean escalar, digan: “¿Qué hace un escalador como este escalando aquí en una competición local? Es más: ¿qué hace siquiera compitiendo aquí? A este deberían hasta pagarle sólo por ser quien es y escalar como escala haciendo esa exhibición”.
Se me vienen a la cabeza varias ideas, pero ninguna me convence. Empezar la vía de clasificación pillando “de sobrado” la primera presa con un solo dedo, rebotando a bidedo, mientras con la otra mano me estoy poniendo magnesio en la magnesiera… Eso podría impresionar…
Podría empezar quizá saltándome la primera presa de pie, con un buen dinámico, a modo de método salida lance… Pero también eso está muy visto: Esas entradas espectaculares las resuelven o utilizan muchos escaladores famosos para hacer parecer a los demás escaladores “escaladores terrenales”…
Al final compito. No destaco. Escalo normalillo… Y quedo de los últimos… En verdad casi nadie se ha fijado en mi… Pero ese ha sido mi verdadero triunfo! Soy un campeón! Llevaba muchos años esforzándome para conseguir ese momento…
HECHOS: Engrandecer
El rocodromo estába a medio llenar:
"Este gordo ocupa mucho lugar", murmuró una voz anónima;
"El plafón no aguantará", aportó otra voz oculta, seguida de un creciente murmullo de aquiescencia. Ya se había lanzado la primera piedra. Ya todos clavaban sus inquietos ojos, revueltos por el instinto, en el niño gordo Eyo que veía crecer su angustia… al tiempo que metía tripa.
-¿Ya vuelves, hijo?
-Sí mama… Prefiero estar aquí en casa... mirando videos de escalada... O flanquear un poquito aquí, solito, por la tapia del jardín... Otro día ya iré con demás!